por Ana Alejandre
Sara Montiel |
Sara Montiel, la actriz española que fue la pionera en trabajar en
Hollywood, ha fallecido a las 85 años, convertida en un mito que ella mismo
fabricó pero no sólo a través de sus trabajos cinematográficos, sino también de
sus supuestos amantes entre los que nombraba a famosos actores, prestigiosos
científicos y poetas ilustres que no pasaron de ser meros conocidos según afirman los allegados de éstos, pero de
cuya aureola se alimentó su fama y construyó el mito de devora hombres que la acompañó
hasta la muerte, porque su capacidad fabuladora era sorprendente.
Su
talento interpretativo era tan limitado como su voz, pero sabía interpretarse a
sí misma y a su propio personaje con verdadera y consumada maestría. Su voz
ronca ponía el acento sensual a las melodías que interpretaba en las que fumaba
mientras esperaba al hombre que quería o pisaba con garbo el capote de un
torero, convirtiéndose en la imagen de la mujer deseada por todos los hombres y
en el mito erótico que todas las mujeres de la época les hubiera gustado ser en
aquellas décadas de los 50 y 60 en las que la mujer estaba relegada a cumplir
con su función de esposa y madre, sin más alicientes que el cine dominguero o el
paseo por el parque.
Sara
Montiel siempre fue una mujer que exhibió su libertad e hizo gala de haberla
disfrutado siempre con intensidad y sin ningún tipo de cortapisa. Sus continuos
matrimonios, cuatro en total, el último con un cubano que apareció y
desapareció de su vida, cuando era una mujer ya setentona, dejando
tras de sí una dudosa fama de supuesto ladrón de joyas de la actriz y de haber
sido un marido ocasional para volver a recuperar la fama ya eclipsada hacía décadas de la
actriz que no renunciaba a ser y volver a estar en el centro de la fama.
Todos
esas luces y sombras no desmerecían el fulgor de su fama que, aunque se iba
apagando con el tiempo al igual que su belleza, no ha impedido que, una vez
muerta ya octogenaria, siga representando un mito erótico de una mujer que
llegó a EE.UU en la década de los cuarenta siendo analfabeta y consiguió
trabajar al lado de grandes actores norteamericanos de la talla de Marlon
Brando o Gary Cooper, entre otros, hazaña insólita para una actriz española que
no sabía nada de interpretación, a no ser del personaje que se creó con su
fuerza de voluntad y espléndida belleza de rostro.
Todo
Campo de Criptana, su patria chica, le llora ahora junto a muchos nostálgicos
de una época y de un cine de
entretenimiento y sin ningún tipo de exigencia crítica, propio de la época en la que rodó la
mayoría de sus películas, que forman parte ya de la historia del cine español y
de la historia del país, porque ha muerto una estrella que ahora ha vuelto a
revalidar al mito en el que se había convertido y que se agranda mucho más con la desaparición física de una
mujer que no quiso ser únicamente Sara Montiel, porque María Antonia Abad Fernández,
su verdadero nombre, era poco para quien soñaba con las estrellas del
firmamento y del cinematógrafo y quiso subir, escalar peldaño a peldaño, hasta
confundirse con una de ellas.
Murió la persona, pero sigue
viviendo el personaje que se acrecienta aún más cuando las focos se apagan y la
estrella, una vez muerta, consigue, por fin, ascender hasta el firmamento del
que nunca quiso bajar a este mundo y ser una más del común de los
mortales.
Descanse
en paz.