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Ecce homo original a la izquierda, en el centro deteriorada y la imagen después de ser "restaurada" por Ana Alejandre |
La noticia
saltó a los medios de comunicación y a las redes sociales donde alcanzó altas
cotas de popularidad y se propagó como un reguero de pólvora que incendió las
mentes calenturientas de tanto desocupado e inculto que consideró a tal noticia
como algo relevante y digno de ser difundido entre su círculo de amigos y
conocidos, debido a la gran importancia del hecho en sí mismo para tales mentes
privilegiadas.
En el pueblo
de Borja (Zaragoza), una señora con buena voluntad que nadie le discute,
intentó salvar de la ruina una imagen del
Ecce Homo, una obra sin valor artístico especial y sin catalogar, pintada,
según informan desde el ayuntamiento de dicha localidad, por un pintor que
veraneaba en dicha población en 1910 y que la pintó en pocas horas.
Naturalmente,
no se pone en cuestión la buena intención de la señora, Cecilia Giménez, que
procedió a realizar espontáneamente la restauración de la pintura sin
demasiados conocimientos de restauración, pero sí con la sana intención de quitar
los desperfectos que las humedades y el deterioro producido por el tiempo
habían hecho en la pintura y, como ella misma alega en su defensa, con el
consentimiento del párroco. El resultado salta a la vista en la imagen que
acompaña a este texto y que habla por sí sola.
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Cecilia Giménez, la restauradora espontánea |
Es curioso
este país, donde existen millares de iglesias con obras de arte de indudable
valor artístico, además de innumerables museos repartidos por todo el mapa
nacional a los que nadie acude, excepto los turistas que si saben apreciar el
enorme tesoro artístico español y una minoría de españoles realmente interesada
por el arte, que una “restauración artística” desastrosa haya atraído a tantos
ociosos y curiosos que no perderían un minuto para ir a ver las verdaderas
maravillas artísticas diseminadas por todo el país, porque parece ser que esas
bellas obras de arte no merecen atención alguna ni dedicarles un poco de tiempo
en su contemplación, pero sí lo merece ese engendro que, por mala suerte y poca
preparación de la buena señora que intentó restaurarla, resultó de su afanoso
trabajo.
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Visitantes de la imagen restaurada |
No, el verdadero esperpento lo protagonizan en este asunto los millares de personas que ni se interesan ni se han interesado nunca por el arte y la cultura, pero sí por semejantes espectáculos caricaturescos, como ha dado como resultado la buena intención de su restauradora y que ha movido los resortes de imbecilidad, gusto por la astracanada, incultura y memez de tantos curiosos, ávidos de perder su tiempo, aunque de todas formas lo malgastarían en similares actividades grotescas y ridículas, sin ningún sentido del ridículo y que se sienten orgullosos de haber ido a Borja para fotografiarse al lado de lo que ahora ha sido llamado Ecce Mono, parodiando así el nombre latino de la imagen y convirtiéndola en una frase chusca que adorna, aún más, con sus perfiles grotescos este asunto ya de por sí esperpéntico. Además, y para rizar el rizo de la absoluta astracanada, han intentado buscarle el parecido a dicha imagen y su penoso cambio con los rostros de gente popular por sus continuas apariciones en la televisión, no por méritos propios sino por motivos ajenos a ellos mismos, entre los que destacan desde Paquirrín hasta Belén Esteban, entre otros varios, lo que añade aún más tonos burlescos a este penoso asunto, especialmente para la autora del desaguisado que se ha visto en el punto de mira y acosada por las críticas de muchos de sus paisanos que ven con horror el mal hecho en la imagen.
Pero no acaba
aquí toda esta astracanada, pues más de 700 habitantes de Borja han firmado un
documento solicitando que la imagen quede como está, porque se han dado cuenta,
con buen olfato comercial, de que esa situación atrae a muchos curiosos al
pueblo que reaniman la maltrecha economía de toda pequeña localidad provinciana, y que acuden
atraídos por la enorme publicidad que está teniendo tanto en internet como en
los medios de comunicación, aunque no se dan cuenta de que esto es una moda
pasajera que pronto caerá en el olvido, sustituida por otra noticia igual de
rocambolesca y absurda .
Incluso, el portal Change.org ha promovido la búsqueda de
firmas en internet, de las que lleva ya recogidas 3.300 hasta el momento, para
dejar la imagen tal como está, pensando que es una obra de arte que merece ser
conservada para la posteridad, lo que hace aún más esperpéntico todo este
asunto.
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Ayuntamiento de Borja (Zaragoza) |
Cecilia
Giménez, no ha hecho una excelente obra de restauración, pero sí le ha dado una
fama universal a un pueblo zaragozano que sólo existía para sus habitantes y
los pueblos limítrofes, haciendo que sea conocido a través de los medios de
comunicación e internet que han hecho una gran publicidad de una localidad
antes desconocida para muchos. Ha perjudicado una aimagen con su actuación,
pero ha hecho brillar la de un pueblo que se ha fecho famoso en el mundo
entero, sobre todo, gracias a internet. Por eso, la restauradora espontánea exige ahora que le paguen los derechos de autor...
Desde luego, esta
buena señora no ha pasado a la historia del arte con su intento de devolver a
la imagen su belleza original, pero sí ha pasado a la historia del esperpento
nacional y no por su culpa, pues los que han provocado ese absurdo estado de
cosas son los millares de necios ociosos a quienes les parece más interesante
visitar al Ecce Mono, como le llaman
burlonamente, antes que a los millares de exquisitas obras artísticas de todo
tipo que se pueden contemplar en museos, catedrales, iglesias y demás lugares
históricos, y prefieren hacerse cientos de kilómetros y fotos al lado del
engendro en el que se ha convertido la imagen deteriorada después de su
supuesta reparación, para demostrar que el nombre les viene al pelo, a la
imagen mal reparada y los memos que consideran una gracia insuperable con la
que exhibirse después en internet, mostrando sus caras de imbéciles ansiosos al
lado de ese rostro desfigurado por manos inexpertas, en busca de ese minuto de
gloria a la que tiene derecho todo el mundo, como decía Andy Warhol, aunque
sólo sea para demostrar que esa imagen
rebautizada como Ecce Mono retrata a
la perfección a una buena parte de esta sociedad que aún sigue teniendo más de
mono que de ser humano pensante y con capacidad de lógica, criterio y, sobre
todo, sentido del ridículo.
Aun
muerto ya Valle-Inclán, el esperpento nacional sigue tan vivo como cuando el
genial dramaturgo vivió. Y es que España es diferente...